sábado, 15 de agosto de 2015

INFORME DE LECTURA AUDIO-CONFERENCIA DE FERNANDO SAVATER: ÉTICA Y CIUDADANÍA.

Esta valorable conferencia  fue  impartida por el escritor Fernando Savater como una de, las actividades de la Cátedra de Alfonso Reyes en Monterrey en la ciudad de México el  3 de mayo del 1990. 

El conferencista hace varios planteamientos sobre la estrecha  relación que existe entre la ética y la ciudadanía. Y nos brinda de manera minuciosa y al detalle una visión panorámica  de la ética de este mundo campo en el que se ha dedicado estos últimos años.

Savater, la introduce presentando de forma clara y precisa el concepto de ciudadanía señalando que se refiere a aquellos que entran en la democracia sin renunciar a sus raíces y a sus tradiciones, pero poniéndolas como entre paréntesis, dejándolas en un principio a un lado para intervenir en lo que tienen en común con otros.

 El autor  describe al ciudadano como aquel que  busca lo común con los otros, mientras que la mentalidad tribal etnicista busca lo propio, y por lo tanto, lo intransferible. 

La ciudadanía es lo que busca aquello en lo que todos podemos estar más o menos en público, lo que podemos intercambiar; no razones cerradas sobre sí mismas, sino ese tipo de razones que se pueden dar a los otros; no el mundo, de lo inescrutable, de lo misterioso, de lo que no se puede entender si no se ha nacido aquí, y no se ha vivido en una forma determinada, sino el mundo de lo que puede explicarse a los demás porque está al alcance de cualquier ser dotado de razón, el mundo de las leyes claras, revocables; el mundo donde todos los seres humanos participan en el presente y sobre todo del futuro, que es el mundo de la ciudadanía.

  De igual modo explica el origen de la ciudadanía cuando se remonta a  los primeros ciudadanos, la primera idea de ciudadanía en Grecia, que surge cuando los padres de familia, los cabezas de familia mejor dicho, renuncian a defender exclusivamente los  intereses de su familia o de su tribu y se dedican a intentar buscar lo que tienen en común con los otros cabezas de familia con los que conviven. 

Señala Savater que en  el momento en que cada cual renuncia a ser exclusivamente portaestandarte de su pequeño núcleo vital y lo abre para asumir aquello que está en la plaza pública, aquello que comparte con los otros, eso es el nacimiento de la ciudadanía.

Una vez establecido el concepto de ciudadanía, mediante un ejemplo explica en qué consiste la ética y a la vez describe la relación que hay entre esta y la ciudadanía y nos dice que la ética es una reflexión individual que cada uno de nosotros lleva a cabo sobre su propia libertad; la ética no es un instrumento que se maneja desde fuera contra los demás, no es un instrumento para formular reproches o para formular acusaciones a los otros como la mayoría de las quejas éticas que  se escuchan  “son protestas porque falta ética, porque los demás no tienen ética, porque los políticos, los banqueros o lo que sea no tienen ética.”

 En el fondo la ética, en el sentido fuerte y significativo del término, es una reflexión que cada uno tiene que hacer sobre su propia libertad, porque cada uno de nosotros no conoce más que a un sujeto desde el punto de vista de la libertad, que es a sí mismo. 

El filósofo nos dice que muchas veces vemos los efectos de lo que hacen los otros, pero no estamos dentro de ellos para determinar cuáles son sus objetivos, su intención, su buena o mala fe; en cambio, estamos en el interior de nosotros mismos y por eso el juicio ético es un juicio sobre nuestra propia plenitud, sobre nuestra propia excelencia como seres humanos. Todo ese juicio ético, señala el autor, versa sobre nuestra actitud o nuestra acción como seres humanos en relación con otros porque  no somos seres aislados.

Algo que nos ha llamado la atención es cuando el autor dice que la ciudadanía tiene que hacernos permeables a las razones de los demás. Si nos convertimos en seres totalmente impermeables, que no tenemos nada qué decir, que no tenemos nada qué expresar, que no tenemos nada qué intercambiar, que nos movemos llevados por extrañas fuerzas de la naturaleza telúricas. Entonces cuando uno cree en esas voces, tiene que creer a determinado señor o señora que dicen que ellos son la voz de la tierra y que la conocen muy bien y por eso la representan.

La ética y la ciudadanía están estrechamente relacionadas y esto lo vemos en aquellos valores éticos que a la vez son valores ciudadanos, ya que hay una base en la ciudadanía que es la inviolabilidad de la persona, es decir, el ciudadano desde el punto de vista político y desde el punto de vista ético representa algo más allá de lo cual no se puede ir, algo inviolable.

Por su parte  Sabater deja bien claro la estrecha relación que tienen estos conceptos   ya que la denomina como la disposición que nos ayuda a entender no solo nuestro pasado sino también nuestro futuro.

También establece algunos conceptos tales como pueblos, étneas grupales, ética y ciudadanía. Este último lo define como aquello que entran en la democracia   sin renunciar a sus raíces y sus costumbres,  dejándolas  a un lado para intervenir en lo que tiene en común con otro.

Cada uno de nosotros creamos nuestras  propias  identidades con hábitos de significados.
En ese mismo orden define o establece clara mente y  al detallada  el concepto ética como la reflexión individual que  cada uno de nosotros lleva a cabo sobre su propia libertad. Está  ligada a la visión de la ciudadanía,  el mundo no es ético por eso debemos inculcarle a los jóvenes ética.

En cuanto a los valores se refiere, deja  bien claro que estos siempre están en crisis ya que surgen de la crisis. Enfatizando que si las cosas no están mal entonces no tendremos valores.

En cuanto a la reflexión moral ocurre cuando en el mundo las cosas surgen mal. Estamos esclavizados por los principios como dijo Voltaire: Piensas como yo o mueres. La reflexión moral es a la vez una reflexión sobre  el papel de los ciudadanos.

Dicho de otra manera  nuestra democracia es una ética  laica. No puede haber democracia en que los principios sean religiosos  o  dogmaticos  en los que unos estén de acuerdo y otros no. Tampoco son democráticos los valores morales injustificables, ya sean personas por color de piel determinado, o nacidos en alguna ciudad o país estando así  por encima de los demás.

Además dice que nosotros debemos de tener una  ética razonar, capaz  de dar cuenta y mostrar perspectivas. Añade que la persona ética maneja su vida con pautas.


Globalmente enfatizó que existen valores  éticos que pueden ser ciudadanos  a la vez y lo enlista de la siguiente manera:

La inviolabilidad de la vida  que es respetar la vida, a través  de la opinión de los demás.
La autonomía es decidir hacer el bien sin que sea impuesto por los demás. Ya que el bien que se impone deja de ser un bien. Desde el punto de vista moral solo es valioso el bien que surge de uno mismo.
La búsqueda  de una excelencia personal, de una plenitud vital es tarea de cada una de las personas. El paternalismo ético va en contra de la autonomía.

La dignidad de cada una de las personas es decir no juzgar a nadie por lo que haya hecho que no tenga solución. Amplia diciendo que si no nos parecemos por nuestros principios entonces  nos conoceremos por nuestras  necesidades,   ya que son las que motivan nuestros auxilios.

El  último de la  lista es la tolerancia que no es más que la disposición dentro de determinadas pautas legales a soportar aquello que no me gusta.
Así pues la ética sirve para reflexionar sobre esos valores de la ciudadanía y para intentar potenciar o desarrollar al máximo.

En conclusión esta conferencia el filósofo e intelectual español Fernando Savater hace planteamientos sobre la relación entre la ética, campo en el que se ha dedicado más profesionalmente, y la ciudadanía, la cual considera que es una disposición esencial para entender no sólo nuestro presente, sino sobre todo nuestro futuro.

Para Savater el concepto de ciudadanía es el concepto de aquellos que entran en la democracia sin renunciar a sus raíces y a sus tradiciones, pero poniéndolas como entre paréntesis, dejándolas en un principio a un lado para intervenir en lo que tienen en común con otros.

Lo propio del ciudadano no es reivindicar lo propio en el sentido de lo único, de lo que uno tiene y nadie más tiene, sino al contrario, buscar lo común con los otros, mientras que la mentalidad tribal etnicista busca lo propio, y por lo tanto, lo intransferible.

La ciudadanía es lo que busca aquello en lo que todos podemos estar más o menos en público, lo que podemos intercambiar; no razones cerradas sobre sí mismas, sino ese tipo de razones que se pueden dar a los otros; no el mundo de lo inescrutable, de lo misterioso, de lo que no se puede entender si no se ha nacido aquí, y no se ha vivido en una forma determinada, sino el mundo de lo que puede explicarse a los demás porque está al alcance de cualquier ser dotado de razón, el mundo de las leyes claras, revocables; el mundo donde todos los seres humanos participan en la gestión del presente y sobre todo del futuro, que ese es el mundo de la ciudadanía.

Los primeros ciudadanos, la primera idea de ciudadanía en Grecia, surge cuando los padres de familia o cabezas de familia mejor, renuncian a defender exclusivamente los intereses de su familia o de su tribu, de su genes, de su demos y se dedican a intentar buscar lo que tienen en común con los otros cabezas de familia con los que conviven.

Para Savater nuestro mundo, el mundo futuro, el mundo del siglo venidero, debe ser un mundo de ciudadanos, es decir, un mundo donde cada uno tenga derecho a reivindicar, por supuesto, su lengua, su tradición, su religión, su forma de vida o de convivencia, pero que esos sean derechos que tiene cada persona sin estar obligada por un grupo a comportarse de una forma determinada y no de otra, es decir, que cada persona pueda elegir eso que algunos sociólogos actuales como Bauman y otros llaman “hábitats de significado”, que cada uno de nosotros tenga o cree su propio hábitat de significado, en el cual tome aspectos simbólicos de su vida de una tradición, otros de otra.

Algunos aspectos de nuestra ética los tomamos de una corriente de nuestra economía lo tomamos de otra, es decir, que cada uno creamos nuestros propios marcos de significado que no tuvieren que ser, no tienen que responder a una pauta establecida obligatoriamente desde fuera.

Lo propio de la ciudadanía es permitir albergar dentro de unas pautas, de unas normas comunes con otros, la mayor cantidad posible de hábitat de significado. Esta situación del ciudadano... este ciudadano que a la vez inventa, revoca, participa en las leyes; sabe que esas leyes hay que tomarlas en su momento como definitivas, pero que a la vez como algo que puede modificarse por acuerdos sucesivos, eso, digo, está ligado también a una concepción de la ética.

La ética obviamente es una reflexión individual que cada uno de nosotros lleva a cabo sobre su propia libertad; la ética no es un instrumento que se maneja desde fuera contra los demás, no es un instrumento para formular reproches o para formular acusaciones a los otros como desgraciadamente la mayoría de las quejas éticas que oímos son protestas porque falta ética, porque los demás no tienen ética, porque los políticos, los banqueros o lo que sea no tienen ética.

En el fondo la ética, en el sentido fuerte y significativo del término, es una reflexión que cada uno tiene que hacer sobre su propia libertad, porque cada uno de nosotros no conoce más que a un sujeto desde el punto de vista de la libertad, que es a sí mismo. Vemos los efectos de lo que hacen los otros, pero no estamos dentro de ellos para determinar cuáles son sus objetivos, su intención, su buena o mala fe; en cambio, estamos en el interior de nosotros mismos y por eso el juicio ético es un juicio sobre nuestra propia plenitud, sobre nuestra propia excelencia como seres humanos. Naturalmente ese juicio ético versa sobre nuestra actitud o nuestra acción como seres humanos en relación con otros.

Según la evolución, las sociedades van produciendo más individualidad. La individualidad no surge contra la sociedad, sino que es parte de la evolución de la sociedad. Por lo tanto, los individuos no son individuos asociales, no son individuos en contra de la sociedad. El individualismo no es una forma o no debe ser una forma de escapar a las obligaciones de la sociedad, sino precisamente una forma de afrontar nuestra vida en común con los otros y lo que quiere decir el individualista o la actitud o el punto de vista de la perspectiva individualista es que cada persona tiene que ser consciente de su capacidad de acción, de su capacidad de intervención, de su responsabilidad en el conjunto de los demás, que no puede simplemente ser un engranaje, que no es simplemente una parte de un organismo general como los corales que están formados por muchos seres unidos, pegados indisolublemente, sino que el individualismo es una posibilidad de intervención social a partir de la responsabilidad de la persona, pero no una posibilidad de desligarse totalmente y de abandonar la sociedad, entre otras cosas porque somos seres irremediablemente sociales.

Cada uno de nosotros piensa, reza, teme, ama en un lenguaje que no ha inventado. El lenguaje que vivamos cada uno de nosotros es un lenguaje que no hemos inventado y que nos han transmitido los demás; es la sociedad dentro de nosotros.

 Aún, en soledad, Robinson Crusoe, en su isla, hablaba y pensaba consigo mismo en un lenguaje en el cual estaba ya de alguna forma todo el hecho, todo el conjunto de sentidos que los demás nos dan.

Lo característico del ciudadano es su capacidad para ponerse en común, su forma de ser, su forma de pensar con los demás. No hay ciudadanos que se aíslen o que se hurten a la relación con los otros.

Muchas veces creemos que una persona es evidentemente racional o racionalista cuando es muy capaz de argumentar sus actitudes. Un ciudadano tiene que ser capaz de argumentar sus demandas, de argumentar sus deseos y sus planteamientos sociales, pero tiene también que ser capaz de entender los razonamientos de los demás, los planteamientos de los otros; de entender la capacidad racional; precisamente el conjunto de los ciudadanos que no obedecen más que a leyes. 

Es decir, que no obedecen más que a pactos entre ellos mismos, tiene que tener por encima de los demás ciudadanos, no puede haber un tirano, no puede haber una decisión sobrehumana, sino lo que tiene que haber es la razón misma, la capacidad de entender, de escuchar, de argumentar, de intercambiar opiniones y de intercambiar motivos para tomar un camino u otro.

Para Savater la ética tiene mucho que ver con la ciudadanía y cada uno de nosotros cuando hacemos nuestras reflexiones éticas, buscamos la forma mejor de ciudadanía. 

Muchas veces a los profesores de ética se nos dice: Qué sentido tiene enseñar valores morales, enseñar principios éticos, enseñar pautas de vida a unos niños, a unos jóvenes que van a tener que vivir en un mundo en el que abundan los crímenes, las mentiras, la corrupción, las guerras, la violencia; qué sentido tiene prepararles éticamente para un mundo tan poco ético.

 Bueno, yo confieso que no entiendo muy bien esta objeción, porque entonces ¿qué es lo que habría que hacer? ¿Habría que prepararles para que fueran más corruptos, más criminales, más explotadores, más violentos que los demás? Precisamente porque el mundo en conjunto no es ético, es por lo que hay que preparar éticamente a las personas; precisamente porque el mundo no es como nos gustaría que fuese, tenemos que intentar inculcar ideales de transformación y de reforma en los jóvenes, si no, no tendría ningún sentido.

Si el mundo fuera un lugar perfecto, idílico, donde los seres humanos vivieran fraternamente y no se aprovecharan unos de otros y no utilizaran la violencia en sus relaciones, no habría nada qué enseñar y los profesores de ética nos moriríamos de hambre y bastaría con decirles a los niños, a los jóvenes: “hijo, sal a la calle y haz lo que veas” y ya está, y eso acabaría digamos con el problema de la ética.

La ciudadanía tiene que hacernos permeables a las razones de los demás. Si nos convertimos en seres totalmente impermeables, que no tenemos nada qué decir, que no tenemos nada qué expresar, que no tenemos nada qué intercambiar, que nos movemos llevados por extrañas fuerzas de la naturaleza telúricas: la voz de la tierra, la voz de la sangre, la voz de no sé qué, de esas cosas que no son seres humanos, y por tanto cuya voz sólo la interpretan algunos y no los demás porque, lo malo de la tierra, de la sangre, del pueblo y de la etnia es, que como ellos no hablan porque no son humanos, hablan en su nombre determinadas personas.


La sociedad de los ciudadanos, la sociedad democrática, es la sociedad en la que nadie está abandonado por los demás o por lo menos debería serlo y hay en este punto que recordar que la ciudadanía siempre tiene que tener una cierta base material.

 Es decir, desde la época griega, y no en tiempos más recientes, ya en la Atenas clásica a los más pobres, el grupo social les daba unos subsidios, unas ayudas porque se consideraba que si alguien estaba totalmente atenazado por la pobreza, no digamos por la ignorancia o por la falta de educación, no podía participar en la vida ciudadana.

Hoy en nuestro mundo es ridículo seguir hablando de ciudadanía cuando hay personas que no tienen cubierto ninguno de sus mínimos vitales. Esas personas están excluidas radicalmente de la ciudadanía, a pesar de que se haga la representación de que son ciudadanos como los demás.

 Los ciudadanos tienen que tener una base mínima y yo creo que debería existir un ingreso mínimo básico de ciudadanía, asegurado a cada ciudadano más allá de que, no como un subsidio, sino simplemente como un punto de partida para esa persona para entrar en la sociedad.

Vivimos en tiempos muy liberales en que se habla mucho de la iniciativa individual, de la iniciativa privada, cosa que está muy bien, pero la riqueza conseguida por medio de la iniciativa individual o privada no deja de ser también social. Toda riqueza es social.


 Por lo tanto, hay siempre una obligación de conservar un cierto equilibrio entre lo más alto y lo más bajo de toda la sociedad para que funcione el concepto de ciudadanía, si no tampoco funcionará.

El ciudadano no puede abandonar sus decisiones en manos de otros. Desde el punto de vista de la ciudadanía, todos somos políticos, todos tenemos que tomar decisiones, todos somos en cierta forma responsables de lo bien o mal que va la sociedad en que vivimos, y desde el punto de vista ético, nadie puede pensar por otro.


 En definitiva nosotros los ciudadanos  no podemos abandonar nuestras decisiones en manos de otros. Debemos de pensar por nosotros mismos, Criticar y valorar las opiniones  de los demás  y dar nuestro propio juicio de valor.

La ética y la ciudadanía si se quiere es una escuela de libertad, de autonomía  y de solidaridad, la cual también es un valor ético ciudadano. 

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